“En 50 metros, tome la salida a Avenida Vélez Sarsfield , y gire a la derecha en dirección a Ruta Nacional 36.”
La gallega del GPS, anticipa la maniobra con asombrosa precisión. Cuando termina la frase, ya me encuentro sobre el carril que me sacará de la Av. Circunvalación.
“Gire a la derecha en dirección a Ruta Nacional 36.”
Esa precisión que estuvo ausente durante todo el partido del lunes pasado. Que horrible jugamos! Justo en el partido que teníamos que despegar!
“Continúe por Ruta Nacional Número 36 durante 212 Kms, hasta cruce con Ruta Nacional Número 8.”
212 kilómetros. A esta hora, una vez que salga de la zona urbana, en menos de 2 horitas tengo que llegar. La noche fresca, limpia, se presenta ideal para salir a la ruta.
Cómo puede ser que nos hayamos comido 4? Qué está pasando? Se aburguesaron? Ya no les llega el mensaje del Pipo? Están en la joda?
Hay infinidad de alternativas. Sólo el Pipo puede saber qué es lo que pasa. Y no sé si él lo sabe. Porque si lo sabe, entonces por qué no lo corrige? O no se puede corregir? Mientras más preguntas uno se hace, menos respuestas aparecen.
Un cartel sobre la ruta anuncia la proximidad de un peaje, que ya mucho antes fue anunciado por la presencia de esa columna de luces que se avistaba a lo lejos. Deberían retirar por las noches ese tipo de carteles que, a todas luces, ningún servicio prestan a los automovilistas.
Algo así como los jugadores el lunes pasado. Los deberían haber sacado de la cancha. A todos. Después del primer gol del Rojo, Pipo debería haber sacado a todos. Si total ya se veía venir la debacle.
Pago con un billete de $100 los $30 del peaje. El flaco de la cabina, enfundado en capucha y bufanda, desentona con los 21º que denuncia el tablero del auto. Me entrega el vuelto con un puñado de billetes mal doblados, deseándome buena suerte. Pongo primera y, mientras libero el embrague, meto una buena acelerada, como si estuviera huyendo de algo o alguien. Cuando libero la tercera larga, dejando lugar para la cuarta marcha, ya más relajada, recién cuento el vuelto antes de acomodarlo en la billetera. No puedo dejar de imaginarme la cara de goce del flaco del peaje, cuando cuento por segunda vez la misma cifra de $55. No me hago mala sangre. Total! El lunes pasado me durmieron mucho peor, y no había libro de quejas habilitado.
Pero bueno! Tampoco es cuestión de caerle a los jugadores. Son casi los mismos que a fines del año pasado nos estaban clasificando a la Sudamericana. Y en aquel entonces festejábamos, no? Entonces no es cuestión de tirarles mala onda. Hay que ayudarlos a que vuelvan a encontrar ese estado con el que parecía que le ganaban a cualquiera.
Llego a Almafuerte. Qué nombre! Me inspira y busco algo de la banda de Ricardo Iorio. Arranco con Toro y Pampa. Parece a propósito. Se escucha:
“…Soñando siempre una canción para animarte. Y darte aliento…”
Tal cual! Hay que alentar!
Iorio la tiene clara, y diagnostica:
“… Y el abrazo fraternal de un amigo leal a vos te está faltando”
Es eso. Necesitamos volver a abrazarnos en la tribuna. Al final del partido. Por favor!!!
Sigue…
“Para que de un salto, dejes la falopa. Y el emputecido berretín de andar limándote”
…Y así salir de esta racha inmunda!
El viaje se desarrolló sin sobresaltos. Cada tanto, algún camión cargado con granos rompía la monotonía de la noche. Así pasaron Berrotarán y Alcira Gigena. Unos kilómetros después de Espinillo, la Gallega se acordó que existía:
“A 400 metros, gire a la izquierda en dirección a Ruta Nacional Nº 8. Posteriormente, su destino estará a la derecha”.
Hago caso, y giro a la izquierda. Tal y como lo había vaticinado, me anuncia:
“Su destino está a la derecha”
Increíble puntualidad la mía. Estaciono al costado de la ruta y coloco las balizas, rogando que no aparezca la Caminera a pedir explicaciones.
Si mis cálculos no fallan, en unos minutos el colectivo que lleva al plantel a Rosario tiene que pasar por acá. Abro el baúl y saco el trapo que hasta hace sólo un par de horas estuve pintando en casa. Lo desenrrollo y chequeo que la pintura no se arruinó. Satisfecho, vuelvo a leer la dedicatoria:
“Fuerza Jugadores y Cuerpo Técnico!
Estamos con ustedes”
Entusiasmado, lo tomo de dos extremos, y lo dejo caer desde la altura del mentón como si el paso del colectivo fuese inminente.
Pero no. Pasan 10, 20, 30 minutos. También pasan varios autos, y hasta algunas motos. Ningún colectivo. Me doy cuenta de que haber venido con pantalones cortos no fue muy acertado. Aunque los mosquitos no piensen lo mismo.
Empiezo a intranquilizarme. Debido a que los brazos se entumecieron, ya hace un tiempo que la bandera descansa sobre el capó del auto, al aguardo de que pase el colectivo.
Empiezo a caminar sobre la banquina, esperando que esto aleje a los mosquitos. Definitiva y evidentemente, no funciona así. Los insectos se están haciendo un festín.
El colectivo no llega. Sí se ven venir las sirenas de una patrulla. En tan solo unos segundos, rezo como diez padres nuestros para que pase de largo. Se ve que lo hago en voz muy baja y no se escucha, porque se estaciona apenas 10 metros delante de mí. Un mosquito me pica en el tobillo.
Se baja un oficial, preguntando si hay algún problema.
– Ninguno – le respondo
– Permítame tarjeta verde y carné de conducir
Saco el carné de la billetera, y me meto al auto a hurgar en la guantera, rogando que esté la tarjeta verde. Por fin me escuchan de arriba. La encuentro junto al papel del seguro. Le extiendo el combo al milico.
– Sírvase oficial
– Cabo.
Con el gesto adusto, se detiene demasiado tiempo leyendo. Compara patentes, documentos y no sé qué más. Con un cachetazo, se aplasta un zancudo sobre la parte de atrás del cuello. Se revisa la palma de la mano, y mientras la refriega contra el pantalón para limpiarse la sangre, me pregunta:
– Por qué está detenido sobre la banquina?
– Estoy esperando que pase el colectivo que trae al plantel de San Martín de San Juan, para mostrarles una bandera.
– El plantel de qué?
– De San Martín de San Juan. Jugamos el lunes con Newell’s, en Rosario. Y les hice esa bandera – señalo el lienzo que aún descansa sobre el capó
El cana sostiene el trapo y lo lee. En ese preciso momento, me parece divisar sobre la ruta, que se acercan un par de luces que están demasiado separadas para ser de un auto. Podrían ser 2 motos.
El cabo saca un marcador del bolsillo, y extiende nuevamente el lienzo sobre el capó.
Veo las 2 luces que se acercan. Por la sincronización, no creo que sean 2 motos. Sin apartar la mirada de la ruta, grito:
– Oficial, creo que ese es el colectivo.
A esta altura, puedo apostar que las luces no son de 2 motos. Son de un colectivo. Tengo que mostrarles la bandera!
Vuelvo a girar sobre el auto, y me parece ver una escena irreal. El milico está escribiendo algo en la bandera? Sin tiempo para confirmar o descartar lo que me pareció ver, le manoteo la bandera al cana, quien no opuso ninguna resistencia. El colectivo está a menos de 30 metros de donde me encuentro. Giro intempestivamente y me detengo súbitamente al borde de la ruta. Las luces me encandilan (acaso el chofer puso las luces altas?), pero no impiden que sacuda la bandera enérgicamente delante del colectivo. El chofer, probablemente asustado por mi aparición, reduce sensiblemente la velocidad. No obstante, no me es posible identificar si en los primeros asientos del colectivo vienen los jugadores o los dirigentes. No importa. Los que sean, habrán podido ver la bandera que les dediqué. Comienza a pasarme el colectivo, y trato de levantar aún más alto la bandera, para que la vean desde el costado del colectivo. Me pareció ver al Pampa, a Mosca, a Pelaitay. Estaba Prósperi? El último era el gringo Spinelli. Pero también Ardente y el yorugua Rodríguez… Todos con una cara de culo bárbara. Ninguna muestra de agradecimiento ni aprobación. Ninguna sonrisa ni gesto amistoso! Si hasta pareciera que les hubiera molestado! Por qué?!?!?! Más de 200 kilómetros hice para mostrarles la bandera. Para darles aliento! Para pedirles que no bajen los brazos! Para decirles que tienen nuestro apoyo! Que estamos con ellos!!! Y qué pasó? Les agarró el vedetismo?!?!?! Pero por qué no se la toman todos, y no queda ninguno!?!?! MUEEEERRRRTTTTTOOOOSSSSSSSS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Finalmente el colectivo, con ritmo de carroza, termina de pasar completamente delante de mí. Aún con la bandera extendida, quedo mascullando algunos improperios en voz alta. Se los merecen a todos y cada uno de ellos. Desahuciado, doy media vuelta y me encuentro al cabo junto a mi auto, respetuoso, en silencio y observando la escena. No hacen falta palabras. Cruzando su mirada, interpreto que entiende mi desilusión. Por cortesía, simplemente se despide, mientras levanta levemente la visera de la gorra:
– Chagasau! Suegaserte!
Lo saludé sin ganas, y me quedé viéndolo subir al móvil policial. No obstante, hasta que lo vi marcharse, no reparé en la implicancia de su saludo. Es posible que se desempeñe en la policía de la provincia de Córdoba un rosarino? Con un temor casi paralizador, y recordando esa fugaz imagen del milico sosteniendo la bandera con la zurda, y empuñando un marcador con la diestra, me decido a revisar la bandera. En la misma, el junagranputa había agregado, bajo los 2 iniciales, un tercer renglón que rezaba:
“Para que nos cogan los leprosos”
El error ortográfico no impedía interpretar la frase. El primer sentimiento de impotencia, odio y rencor, cedió lugar a la resignación del saber que no hay marcha atrás. Pienso en la cara de los jugadores, y ahora sí entiendo esos gestos. Con una sonrisa, dejo caer la bandera al suelo, y la entrego a los caprichos del viento, que la saca a pasear por entre los pastizales. Me subo al auto, y giro en U, quizá con la esperanza de que me salga al cruce un patrullero de la Caminera. Nada de esto sucede. Emprendo la marcha en silencio, pero con prisa. Si llego al inicio del alba, podré estrenar la pava eléctrica que compré, y esta vez sí, tomarme unos buenos verdes mientras leo los diarios en la computadora.